Existen numerosas evidencias de que los niños, al igual que los adultos, aprenden mejor cuando son y están felices. Si nos fijamos en qué momentos los niños están más felices llegamos rápido a la conclusión de que cuando están jugando, potenciando así la relación entre juego y aprendizaje, muy especialmente en la primera infancia.

Un juego adecuado, imaginativo y activo, con sus pasos adelante y atrás, ganar y perder, hacer y errar, puede ayudar al desarrollo intelectual y físico del niño.

Este tipo de juegos ayuda a favorecer destrezas, fomentar la interacción, la autoestima, conceptos sociales y aptitudes de lenguaje y comunicación.

Mucho más cuando se trata de aprender conocimientos, comportamientos o adquirir habilidades que se necesitan para hacer frente a un entorno difícil como es el de la Diabetes a tan temprana edad. El juego motiva, emociona, aumenta capacidades y permite aprender del fracaso o error. Jugando se puede aprender en el hospital, pero también en el grupo de iguales, con amigos o en familia. Debidamente utilizado, también nos puede servir para valorar conocimientos o habilidades de manera, mucho mejor para estas edades que el uso de preguntas directas.

 

Para los niños jugar es una necesidad, y para los niños con diabetes aprender a cuidarse también. ¿Por qué no unir ambas? Todo aprendizaje en Diabetes que se adquiere jugando queda fijado en la memoria de manera más significativa, primer paso imprescindible para adquirir unas competencias y hábitos de vida saludable, sin olvidar que el aprendizaje lúdico también genera el deseo de seguir aprendiendo. El diseño de este juego-material ha tenido en cuenta todas estas apreciaciones.

Os animamos a aprender jugando y jugar aprendiendo.